El Estado de Emergencia y el posterior aislamiento social producido por el COVID-19 en el país, hizo que muchas familias peruanas vieran afectadas su economía familiar, pues ya no era posible salir a trabajar o realizar con normalidad las actividades económicas con las que sostenían su canasta básica familiar.
Los más perjudicados como siempre, fueron las personas que no cuentan con trabajo seguro, las madres abandonadas, adultos mayores y discapacitados, que viven en los barrios urbano-marginales de nuestra ciudad.
Ante esta situación, de acuerdo a nuestros principios institucionales, y con el sentir por el prójimo, se logró atender a 80 personas en situación de vulnerabilidad. Con quienes compartimos “una bolsa de amor” llena de víveres y los animamos a confiar en el amor de Dios.
Quizá, estas bolsas puedan parecer algo insignificante, pero en nuestra experiencia entregándolas pudimos ver en los rostros de quienes fueron beneficiarios, la alegría y el agradecimiento, por este gesto inesperado.